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Cuando querer no siempre es poder: el acceso a la universidad para los indígenas en Paraguay

Por Rocío Gómez, Gonzalo Cáceres, Juan Riveros, Paz Godoy, Ángel Flecha y Paul Fernández

A lo largo de su vida escolar, Alejandro García Báez, de 31 años, tuvo que enfrentar el desprecio de propios y extraños. Su origen indígena no pasó desapercibido en Asunción, la capital paraguaya. “Cuando vine a Asunción, mi papá le dijo a mi profesora —del colegio— que yo era indígena”, recuerda.

“Y ella se burlaba de mí, pero no me importó; yo les entendía a ellos. Les explicaba a mis compañeros que no debían discriminarme, y ellos me hacían gestos y me decían ‘indio’ y ‘chamacoco’ y cosas así. No me importó. Mis padres me enseñaron que todos somos iguales, primero ante Dios”.

La sangre “paraguaya”, el término que usan los miembros del pueblo indígena yshyr para referirse a las personas que no pertenecen a su comunidad, tampoco ayudó a Alejandro. Sus abuelos y su padre no eran indígenas y, por esta razón, en su comunidad le decían que era paraguayo, “porque no tengo rasgos en el rostro como ellos”, explica.

Pero más allá de la discriminación o el rechazo social, existen otros escollos a superar para los estudiantes indígenas que, como Alejandro, desean obtener una educación universitaria. La dificultad económica para trasladarse de sus comunidades a las ciudades donde se encuentran las universidades, y la falta de apoyo para su manutención mientras cursan una carrera, son dos de los más comunes y en ocasiones provocan que el estudiante renuncie a su sueño universitario al poco tiempo de haber comenzado, o incluso antes de hacerlo.

Los jóvenes indígenas deben abandonar sus comunidades y todo lo que conocen para poder continuar sus estudios. Foto: Gabinete Social de la República del Paraguay.

SIN DATOS PRECISOS

En Paraguay viven cerca 117.150 personas indígenas que representan al 2% de la población de la República, según datos de la Secretaría Técnica de Planificación que pertenece a la Dirección General de Estadísticas, Encuestas y Censos. Sin embargo, al revisar cuáles son los mecanismos que ofrece el Gobierno paraguayo para brindar un apoyo a los jóvenes de los 17 pueblos indígenas que desean acceder a una educación universitaria, no es posible encontrar un registro de  la cantidad de nativos licenciados en el país.

Diversas oficinas públicas cuentan con una mínima cantidad de apuntes que son exclusivos de dichos estamentos del Estado, o de organizaciones propias de los nativos, sin que estos registros formen parte de un archivo más amplio u obedezcan a una estrategia federal para recabar información nueva, o concentrar la ya existente. A esto se suma la dificultad para obtener los escasos datos que existen, debido a que la información no se encuentra disponible para su consulta en la página web de alguna de estas instituciones, ni se brinda a través de correo electrónico o vía telefónica.

La Universidad Nacional de Asunción (UNA) actualmente trabaja para crear una base de datos de los matriculados indígenas. La instancia a cargo de esta tarea es la Dirección General de Planificación y Desarrollo (DGPD), que coordina el proyecto “Observatorio Regional para la Calidad y la Equidad en la Educación Superior en Latinoamérica” (ORACLE), financiado por la Unión Europea; un espacio para el intercambio de experiencias, elaboración de estudios y propuestas para mejorar la inclusión y la equidad en las instituciones de educación superior de América Latina. Con base en este proyecto, en marzo de 2018 fue creado el Observatorio Institucional de Equidad de la UNA (OIE-UNA), único en Paraguay, con el fin de mejorar la equidad en la comunidad universitaria a través de la mejora de los procesos de inclusión social de los colectivos vulnerables.

La DGPD cuenta con una base de datos actualizada de las poblaciones estudiantiles con discapacidad y de pueblos originarios, donde se puede observar la cantidad de alumnos y egresados por carrera y sexo, pero no por pertenencia a una comunidad indígena específica. Sin embargo, las unidades académicas sí cuentan con esas informaciones de sus egresados, por lo que la DGPD ha implementado un formulario para la recopilación de esos datos, dijo en entrevista Jorge R. Madelaire Alarcón, titular de la dependencia: cada unidad académica de la UNA se encargará de que los estudiantes, al ingresar a sus respectivas casas de estudio, lo llenen, y luego serán enviados a la DGPD.

La universidad también cuenta con un Convenio de Cooperación Interinstitucional suscrito con el Instituto Nacional del Indígena (INDI), por el cual se facilita la participación de pueblos originarios del Paraguay en los programas de la UNA. Este convenio establece la admisión directa y la exoneración de aranceles a los alumnos provenientes de pueblos originarios.

Por otra parte, para tener en cuenta la presencia de estudiantes y egresados indígenas en la universidad privada, se contactó con la Universidad Metropolitana de Asunción, casa de estudios que brinda descuentos a los estudiantes de diferentes etnias en el Paraguay.

Derlis Bogado, secretario del Rectorado, brindó una lista de egresados indígenas del año lectivo 2022, nómina con 8 alumnos, de los cuales 7 terminaron la licenciatura en Ciencias de la Educación y uno la carrera de Psicología.

Ni en la lista de inscripción, ni en la solicitud para matricularse, se consulta si el estudiante es o no parte de una comunidad indígena. Los docentes o encargados de las distintas sedes son quienes por nombre, o rostro, conocen a los nativos señaló Bogado.

“No hay registros de los alumnos en relación a su etnia; [la nómina] se hizo solamente a través de los coordinadores de algunos lugares, que contaron y dijeron ‘si, este alumno sí es’. En la institución no se tiene registro, solo registro de sexo”, explicó el secretario. “No se tiene detallado si es o no es indígena quien recibió el título”.

SISTEMAS DE BECAS PARA INDÍGENAS

Cuando un indígena paraguayo quiere estudiar una carrera universitaria, hay dos caminos a tomar dependiendo si estudiará en el sector público o privado. 

Con la Universidad Nacional de Asunción existe un convenio que permite que los indígenas paraguayos realicen estudios superiores. Este acuerdo fue firmado en el 2018 para permitir el ingreso directo de los solicitantes a todas las facultades públicas del país, sin necesidad de realizar el cursillo de ingreso, obligatorio para competir y obtener un cupo en la facultad. Para los solicitantes que provienen de comunidades indígenas este es un trámite voluntario —aunque en el caso de quienes no lo realizan, puede terminar convirtiéndose en una desventaja debido a la diferencia en el nivel de conocimiento que algunos tienen en comparación con sus compañeros que sí lo cursan.

Los estudiantes de comunidades indígenas suelen preferir las universidades privadas porque pueden elegir un turno, a diferencia de la universidad pública, que requiere de una dedicación de tiempo completo. Esta diferencia permite que, quienes se registran en una universidad privada, puedan seguir trabajando. Según la Organización Social Unión Juvenil Indígena, un 70% de los estudiantes indígenas estudian y trabajan; los trabajos que suelen obtener son como empleados de supermercados, como empleadas domésticas o niñeras, y en las áreas de construcción o albañilería.

Una ventaja más de estudiar en universidades privadas es que los estudiantes de comunidades indígenas suelen tener un descuento del 50% de la cuota, y en ocasiones completo. La Universidad Metropolitana es la que mayor cantidad de estudiantes indígenas tiene en este 2022, con un total de 151 registrados.

En la lista de inscriptos a nivel país, las otras cuatro facultades con mayor demanda son el Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní con 90 inscriptos, la Universidad Privada del Guaira con 58 y la Universidad Hispano Guaraní con 50. Estos datos se registran en la lista de postulantes al subsidio del INDI, donde figuran todas las inscripciones de jóvenes indígenas a universidades de todo el país por año. Este 2022 totalizaron 845 inscriptos.

Las áreas de formación más elegidas por los indígenas paraguayos son salud, agronomía y educación. De a poco van buscando incursionar en otras carreras, pero estas tres son las más populares por la necesidad que existe en sus comunidades de estos servicios y por el empleo  disponible para quienes las han estudiado. Por cada carrera universitaria de la Universidad Nacional, se habilita uno o dos cupos para estudiantes indígenas. Solo enfermería llegó a contar con cinco lugares, y educación con tres, para responder a la demanda.

ESFUERZO Y MÁS ESFUERZO

Para poder estudiar en la universidad, Alejandro ha sido ayudante de electricista, operario de baldosería, albañil, costurero y guardia de seguridad. No le quedó otra que repartir su tiempo entre las distintas ocupaciones a las que pudo acceder y la carrera que eligió estudiar. Al trajinar diario y el consecuente cansancio, se suma la excesiva carga horaria laboral.

“Cuando terminé mi colegio trabajé mucho, en muchas cosas pesadas. Trabajaba 12 horas, y al final me quitaba todo el tiempo y no podía [estudiar], era lo que podía conseguir”, comenta. “A veces 24 horas me hacían trabajar; entonces tuve que dejar [la universidad] cuando ya estaba por el tercer año, pero nunca perdí la esperanza de seguir estudiando”.

El camino de Alejandro es especialmente duro porque se reparte entre su comunidad, la yshyr (también conocida como chamacoco) de Puerto Diana, distrito de Bahía Negra, en el Departamento de Alto Paraguay, y Asunción, donde reside desde muy joven por ciclos interrumpidos a raíz del tratamiento médico de su madre, quien padece cáncer y debe realizarse controles.

Los mayores desafíos que enfrentan los estudiantes indígenas que empiezan sus estudios en la facultad suelen ser encontrar dónde vivir y los gastos mensuales. Al momento de migrar hacia las ciudades, especialmente los que van a estudiar por primera vez a la universidad, un factor adicional es el miedo al ambiente donde van a estar y los peligros a los que se van a enfrentar. Por peligros se refieren no solo a los abusos y la violencia, sino en gran parte a la discriminación por el idioma. 

“Si nosotros no nos movemos, ellos no se mueven”, señala Anna Romero, fundadora y presidenta guaraní occidental de la Organización Social Unión Juvenil Indígena. “Estamos viendo la posibilidad de conseguir becas en el exterior. Luchamos por conseguir residencias. En Asunción, si estudian en el sector público, les conseguimos vivir en la residencia de la UNA. Ahí ellos mismos se encargan del pago de la luz y agua. Para los que no consiguieron un lugar en la residencia, les conseguimos en la sede del partido UNACE. En el interior del país la única forma es con alquileres”, agrega.

Anna conoce bien la situación de la población con la que trabaja, porque ella misma pasó por eso.  “Me junté con indígenas de la calle para hablar en guaraní porque no lograba socializar tanto. Si los estudiantes indígenas hablan un idioma distinto al guaraní, como quienes son nivaclé, es peor. Lo miran raro, lo tratan distinto. La sociedad paraguaya desconoce mucho a los pueblos indígenas”, lamenta.

Desenvolverse en las universidades se vuelve una tarea muy difícil, y la dificultad para socializar con los compañeros se incluye en las razones para desertar. El desánimo supera las ganas de estudiar al no lograr entablar amistades, ni poder acudir a los compañeros para realizar las tareas. Desde la organización que dirige Anna, recomiendan ir a estudiar con al menos un conocido para evitar la soledad y la deserción.

Otros  obstáculos surgen cuando los estudiantes han sido víctimas de un robo, cuando se embarazan, o cuando los padres o los líderes indígenas de su comunidad los presionan para dejar la carrera. Esto hace que quienes lo logran sean ampliamente reconocidos, “como una estudiante de Canindeyú que estudia turno mañana y tarde la carrera de arquitectura en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte en Asunción, y deja a sus hijos en la guardería universitaria”, relata Anna.

Alejandro cuenta que recibió la inspiración necesaria de su hermano mayor, quien en circunstancias similares culminó la carrera de medicina. También fue motivado por un curioso incidente que tuvo lugar en su niñez.

“Cuando estaba pescando sobre la orilla del río, saqué varias pirañas. Cuando estaba estirando la liñada, saltó una piraña que me mordió, y me sacó un pedazo de mi piel, y me sangraba”, recuerda Alejandro. “Entonces me llevaron con mi tío, él me hizo la sutura. Él fue el primer técnico enfermero [de la comunidad], pero él no tenía estudios, sino que aprendió nomás. Y el Ministerio le dio un sueldo. Me gustó lo que hizo, su trabajo, y él era el único. Eso me inspiró y me hizo gustar la profesión”.

Las barreras que enfrenta la población indígena que busca acceder a una educación superior o universitaria se robustecen ante un problema estructural bastante grave que experimenta el Instituto Nacional del Indígena (INDI). El INDI no cuenta con un departamento que trabaje específicamente en materia de educación, por lo que se puede decir que, en una institución que debería facilitar el proceso en las comunidades, no existe un proyecto, ni una estrategia, para garantizar el acceso a la formación educativa de las mismas.

En el caso de Alejandro, cuando decidió volver a la universidad, tuvo que arrancar de cero. Retomó  sus estudios y hoy cursa el cuarto año de la carrera de Licenciatura en Enfermería en una institución privada de la capital. Estudiar cuesta: traslado, vivienda, alimentación, servicios y más, se van cubriendo a duras penas con el dinero que gana en el día y la beca del INDI [la mitad de cuota más un ayuda pasaje, alrededor de Gs. 500.000, unos 72,9 USD].

“Por estudiar… pasé hambre y frío, muchas cosas más. Y el día de mañana, cuando me reciba, quiero trabajar en mi comunidad. Ese es mi mayor deseo, y mi sueño”.

Y por lo que respecta a la interacción social, Alejandro reconoce que ya en la universidad también le tocó digerir algún momento incómodo. “La gente ya es más madura, entiende más, pero igual hay cosas que pasan”, afirma.

SUBSIDIO AL SUEÑO

El presupuesto con el que cuenta el INDI para otorgar subsidios a estudiantes aumentó hace al menos dos años, llegando al monto total de G. 2.400 millones (349.920 USD), un 50% más frente a los G. 1.600 millones (233.280 USD) que se destinaron para el beneficio en el 2020. Según Bruno Paredes, encargado del departamento de etnoeducación del INDI, la institución no cuenta con becas para ofrecer a los jóvenes indígenas que buscan dar el paso a la educación universitaria, pero existen subsidios a los cuales se puede acceder mediante una solicitud que se realiza en la institución.

Actualmente existen cupos para 600 estudiantes universitarios, técnicos y jóvenes que realizan cursos de oficio. Este apoyo por parte de la institución consiste en la entrega de G. 500.000 (72,9 USD) durante los 8 meses que dura el año lectivo, totalizando la suma de G. 4.000.000 (583 USD) por año para cada estudiante. El desembolso se realiza de forma personal y en efectivo, y puede ser destinado a cualquier tipo de gasto en el que incurra el estudiante. Si bien el INDI no obliga a los estudiantes a declarar sobre el destino del dinero, exigen que en cada pago que se realice presenten un  comprobante de estudio, como un recibo de matriculación o de pago de cuotas.

Según el registro de inscripción de este año, al menos 849 jóvenes indígenas se postularon para acceder al subsidio que ofrece el INDI para reforzar la educación superior. Si sólo 600 pueden acceder a la ayuda de parte de la institución, el resto queda sin posibilidad de poder obtener el pequeño apoyo para culminar sus estudios.

Infografía: Paul Fernández

Desde el INDI se busca promover un proyecto mediante el cual los subsidios pasen al rubro de las becas, mediante el cual empezarían a recibir pagos completos por las carreras universitarias que los estudiantes desean seguir, una alternativa más completa en comparación con el apoyo que existente. En ese sentido, señalan que la iniciativa sería establecida con base en el presupuesto del subsidio, pero debería aumentarse de modo a beneficiar a más estudiantes. En el caso de que la propuesta prospere, estiman que los estudiantes tendrán la seguridad de que podrán terminar sus estudios.

Un apoyo de este tipo habría mejorado el panorama para Lucía Duarte Fernández, quien tiene 33 años de edad. Lucía logró terminar la educación media repartida entre colegios de las ciudades de Paraguarí y el Chaco paraguayo, por cuestiones de la movilidad de su padre, que era militar. Oriunda de la comunidad Guaraní Urbano de la ciudad de Mariscal Estigarribia, cuenta que se animó a probar suerte en la universidad al momento en que una institución trasladó su filial a un destacamento militar de Mariscal Estigarribia.

Lucía caminaba seis kilómetros todos los días para asistir a clases. “Así a pie nomás me iba. La seguridad no me preocupaba porque [la universidad] estaba dentro del cuartel. Gracias a mis abuelos, que me insistieron en que tenía que estudiar y no dejarlo, es que pude ir”, relata. Después sí, me embaracé y tuve que dejar dos años mi estudio”. Debido a esta situación, Lucía perdió el apoyo familiar; pero de igual forma retomó la carrera de Licenciatura Administración de Empresas. Y allí se presentó un escollo aún más complicado: la universidad cerró su filial en Mariscal Estigarribia por falta de alumnos.

“Empecé a rebuscarme, no lo podía dejar así” recuerda. “Fui hasta la central, en Asunción, para ver mi situación, de mi estudio. Me tomé el atrevimiento y me presenté en la universidad. Me guiaron y la solución que me dieron es que tenía que ir hasta Asunción todos los sábados hasta completar los cinco años de carrera”.

Por 18 meses, Lucía realizó un desgastante viaje de poco más de 1.000 kilómetros, ida y vuelta, en pos del codiciado título, hasta que lo obtuvo. “Fue tan desafiante para mí, tocaba puertas para conseguir pasajes para poder ir, y de venida la misma cosa”, relata. “Era de Mariscal Estigarribia a Asunción y de Asunción a Mariscal Estigarribia. Tuve que dejar a mi hija, pasé frío y hambre, de todo pase, pero terminé. Sí terminé”, dice entre lágrimas.

En su corta y obligada estadía en la capital, Lucía también sintió en carne propia la discriminación a los nativos. “Fue desafiante, porque la gente te mira y dice ‘esta viene del Chaco’. Famoso el refrán ‘Chaco oú indio meme [en sentido figurado: ‘solo indios vienen del Chaco’]”.

En 2021, la diputada Marlene Ocampos (ANR-Alto Paraguay), presentó el proyecto de ley “Que dispone el libre acceso a postulantes indígenas a las carreras de nivel terciario, habilitadas tanto en universidades públicas como en privadas”, una de las pocas iniciativas parlamentarias surgidas en los últimos años referente a la situación de los compatriotas nativos y el acceso a la educación de los mismos. La diputada Ocampos representa al departamento de Alto Paraguay, zona con un importante número de comunidades nativas.

Uno de los cuestionamientos hacia el proyecto presentado es que no se cuenta con un órgano rector sobre el tema planteado por la diputada, además de la falta programas o políticas en vía de implementación para lograr el acceso educativo a este sector.

En 2020 se conformó en el Senado una mesa de trabajo interinstitucional, con universidades públicas y privadas, para velar por el cumplimiento de la Ley Nro. 5.347/2014 que dispone “el libre acceso de postulantes indígenas a las carreras de nivel terciario habilitadas tanto en universidades públicas como universidades privadas”. Fueron invitadas para sumarse autoridades de varias entidades y representantes del sector.

También en 2021, Ocampos presentó el proyecto “Que insta al Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), a gestionar la urgente provisión de red de internet para el desarrollo de la educación de régimen general, especial y otras modalidades de atención educativa en todas las escuelas y colegios (indígenas y no indígenas) del XVII departamento de Alto Paraguay”. La iniciativa fue aprobada por sus pares tras tratamiento sobre tablas.

Pero si la historia de los estudiantes indígenas ilustra los obstáculos que suelen enfrentar, el caso de los estudiantes graduados como Lucía, quien se recibió con “5 felicitado” en la defensa de su tesis, muestra cómo la alegría del título tras el esfuerzo de años puede durar poco: ni con el título en la mano Lucía ha encontrado una oferta laboral para ejercer su profesión.

“Ya son cinco años ya, cinco años que me recibí. Y no estoy encontrando trabajo de lo que estudié”, se lamenta.

Lejos de bajar los brazos, actualmente Lucía realiza una especialización en Didáctica Universitaria con el sueño de dar con la preciada oportunidad y enseñar en su propia comunidad. “Normalmente, acá en el Chaco, todo es política. [los indígenas] Nos sentimos dejados de lado. Me adentré en el mundo de la didáctica y puede ser que con este estudio encuentre un trabajo seguro, estable; para el bienestar de mi familia. Pero es tan difícil, tan difícil, para mí, como nativa”.

LEY DE EDUCACIÓN INDÍGENA

Foto: Biblioteca del Congreso de la Nación.

Hace 15 años, específicamente en junio de 2007 y tras el intenso pedido de  las parcialidades indígenas durante varios años y logrado mediante el consenso de líderes del sector, representantes religiosos, autoridades políticos y miembros de ONG ‘s, fue promulgada la Ley N° 3231/2007 “…que Crea la Dirección General de Educación Escolar Indígena”.

Esta iniciativa surgió con el objetivo de reconocer y garantizar el respeto y el valor de la existencia de la educación indígena. En su primer artículo refiere que “todos los miembros de los pueblos y las comunidades indígenas tienen garantizada una educación inicial, escolar básica y media acorde a sus derechos, costumbres y tradiciones, con la finalidad de fortalecer su cultura y posibilitar su participación activa en la sociedad”.

Mediante dicha Ley, se creó y estableció una estructura dentro del Ministerio de Educación y Cultura, para delinear las políticas educativas de los pueblos indígenas.

Asimismo, se establece que el sistema de educación escolar indígena en cuanto a la enseñanza nacional, departamental y local con la colaboración del órgano indigenista oficial, debe desarrollar los siguientes puntos:

a) una educación inicial, escolar básica y media.

b) currículo y programas.

c) metodología específica del proceso de enseñanza–aprendizaje de la educación escolar indígena.

 d) centros para la formación, especialización y capacitación de docentes indígenas que funcionen especialmente en zonas geográficas y culturales indígenas.

La ley implica además que las escuelas indígenas tengan un currículum elaborado de acuerdo con las especificidades étnicas y culturales de cada pueblo. En cuanto a los recursos financieros y económicos, se estipulan los establecidos en el Presupuesto General de la Nación para el Ministerio de Educación y Cultura, asignados a la Dirección General de Educación Indígena y a los órganos que la componen, así como los recursos asignados por gobiernos departamentales, entidades de bien social y organismos de cooperación multilateral; y otros ingresos provenientes de legados, donaciones y los fondos de proyectos de autogestión.

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