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Oro en la tierra y mercurio en el agua

El distrito de Paso Yobái, en Paraguay, fue primero sinónimo de yerba mate, luego de oro y ahora, cada vez más, de mercurio. Sus arroyos contienen niveles elevados de este metal que está presente hasta en el río del que se extrae el agua que llega a los grifos de las casas de ciudades como Villarrica y Coronel Oviedo. Hay mercurio en los peces y en el cuerpo de los mineros informales, y ya hay trabajadores y pobladores con síntomas de enfermedades neurológicas.

Por Mariela Fretes, Maru Molas, Aramí Huerta, Pablo Gastón Ortiz, Alexis López y Joel Riveros

Según cuentan los pobladores, en el 2002, un ciudadano ecuatoriano llamado Antonio Flores, con experiencia en minería, visitó Paso Yobái y encontró pequeñas pepitas de oro en la arena de los arroyos. El rumor creció, la historia era real. Pronto las riberas se llenaron de buscadores y poco después llegaron los molinos. Y con ellos, el mercurio al agua.

En el lecho de los arroyos Gasory, Sanabria, Santa Clara y el conocido como Lampa -ya que está en el área concesionada a la empresa minera Latin American Minerals Paraguay SA (Lampa) para la explotación del oro- hay sedimentos con más de un miligramo de mercurio por kilogramo (mg/kg) de tierra. Una cifra que duplica el promedio del límite de mercurio en sedimentos para la protección de la vida acuática, que es de 0,4 mg/kg, según organizaciones sanitarias internacionales como el Consejo Canadiense de Ministros de Medio Ambiente y la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA).

Oro de Lampa. El metal se cotiza a US$ 65 el gramo.

A unos 50 kilómetros de Villarrica, capital de Guairá, y a 200 de Asunción, capital de Paraguay, Paso Yobái es un distrito eminentemente agricultor y en donde la mayor parte de su población se dedica al cultivo de la yerba mate. También es el único sitio del país en donde se extrae oro.

Y tanta es la influencia de la minería que, a partir de 2005, alrededor de cada 15 de agosto, en honor al Día de Nuestra Señora de la Asunción (según la creencia católica, fecha en que se recuerda la Ascensión de la Virgen María), patrona de la comunidad, la ciudad celebra el Festival del “Itayú”. Esta última palabra significa oro en guaraní, idioma nativo y oficial paraguayo junto al español. Ita [i] es piedra y ju [] amarillo. Sin embargo, no solo este metal -precioso- está arraigado a Paso Yobái.

El otro metal -tóxico- es el mercurio, que se encuentra en el agua de 11 arroyos y en el río Tebicuarymí, en cantidades que representan un riesgo para la salud humana porque llega a  la cadena alimentaria de la población, explicó la experta en toxicología ocupacional, Laura Flores, quien encabezó el último estudio del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades) paraguayo sobre los niveles del mercurio en los cauces hídricos y los relaves o pupa (tierra molinada) de los molinos auríferos registrados oficialmente en el Municipio local y en el Viceministerio de Minas y Energía (VMME).

Los peces se contaminan y cuando las personas los consumen el mercurio ingresa al cuerpo de éstas, donde puede provocar enfermedades renales y cardíacas, malformación en los fetos de las mujeres embarazadas y hasta el síndrome neurológico que causa la enfermedad de Minamata, detalló Flores. Explicó que años anteriores también se comprobó la presencia de mercurio en la fauna ictícola de los arroyos de la zona y del río Tebicuarymí, con valores cuatro veces más alto al de referencia de la EPA de Estados Unidos, de acuerdo a un estudio de la ONG Alter Vida y mencionado en la investigación científica “Minería en el territorio paraguayo” de la organización Base Investigaciones Sociales.

Fuente: Elaboración propia, con datos del Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades).

Además, como el mercurio es un metal que se evapora a temperatura ambiente, los que manipulan los molinos pueden inhalar sus vapores.

“Encontramos síntomas neurológicos como trastornos de memoria, trastornos de la afectividad, irritabilidad, cambios de humor, temblor de manos y hormigueo”, relató la profesional. El año pasado se tomaron 99 muestras de orina de mineros informales y de sus familiares, muchos de ellos con estos indicios de lesiones neurotóxicas. Flores detalló que en el 11% de los casos se sobrepasó el límite de 5 microgramos en 24 horas (μg/24 horas) de mercurio recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y todos tienen en común la exposición al metal.

Según lo agregado, también sabe de hijos de trabajadores que nacieron con alguna discapacidad física o malformaciones y es posible que eso pueda estar relacionado al mercurio, aunque apuntó que todavía no hay estudios que confirmen esta conexión.

Y si bien los daños en la salud no son aún muy notorios, si los cauces hídricos se siguen contaminando, tarde o temprano ocurrirán las enfermedades graves citadas, recalcó Flores. “En Minamata tardaron muchos años en tener una afectación a los humanos”, indicó.

Y es que esta docente universitaria, pronto también a obtener un doctorado en investigación ambiental, conoce a la perfección la tragedia de Minamata. En la bahía de dicha ciudad japonesa se vertieron unas 27 toneladas de compuestos de mercurio entre 1932 y 1968, cuyas consecuencias se siguieron viendo hasta el siglo XXI. Pero recién en 1956, luego de 24 años de polución, se empezaron a documentar los casos de envenenamiento que ocasionaron a más de 2.500 personas el desorden neurotóxico que ahora lleva por nombre enfermedad de Minamata, a raíz del consumo de pescado y mariscos contaminados.

En cuatro meses se tomaron 16 muestras del arroyo Gasory. En casi la mitad se detectó mercurio, de 0,025 a 1,123 mg/kg.

Agua de los grifos

La exposición a los vapores y a los alimentos contaminados no son los únicos riesgos. También se teme que elevadas cantidades del metal tóxico lleguen al agua potable que consumen miles de familias en las ciudades cercanas a Paso Yobái. Es que la Empresa de Servicios Sanitarios del Paraguay SA (ESSAP), propiedad del Estado, tiene dos plantas de potabilización y bombeo sobre el río Tebicuarymí que proveen a cerca de 30.000 usuarios de las ciudades de Coronel Oviedo, Villarrica, Mbocayaty y Yataity, en los departamentos de Caaguazú y Guairá. Precisamente, en el lecho de la zona de toma de agua de la ESSAP se detectaron valores de mercurio que van hasta los 0,344 mg/kg.

El ingeniero químico Ovidio Espínola, jefe de Departamento de Sustancias Químicas del Mades, también contó que la cartera ambiental estima que entre 913 a 990 kilogramos de mercurio se disipan al ambiente anualmente por una producción de 425 a 473 kilogramos de oro, de acuerdo a otro estudio de la cartera ambiental. Aclaró que todavía no tienen análisis que estimen qué porcentaje va a la atmósfera y cuál al agua.

Agregó que se puso a consideración del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPyBS) de Paraguay todos los datos alarmantes, para que proteja la salud de las personas. “Que se tomen medidas preventivas y correctivas en cuanto a salud ambiental, en base a los resultados que se tuvieron”, resaltó el funcionario.

Si bien los mineros informales niegan que sigan arrojando mercurio, los datos hallados por la profesora Flores demuestran lo contrario, enfatizó Espínola. Apuntó que el Mades viene implementando desde hace años un plan para cambiar de forma progresiva el uso de mercurio por el proceso de cianuración, a fin de disminuir la liberación del metal tóxico a los arroyos y la exposición de los trabajadores.

La medida es impulsada en cumplimiento del Convenio de Minamata, del que Paraguay es signatario, y cuyo objetivo es ‘’proteger la salud humana y el medio ambiente de las emisiones y liberaciones antropógenas de mercurio y compuestos de mercurio’’.

El jefe de Sustancias Químicas reiteró que la manera como actualmente se desarrolla la actividad minera informal en Paso Yobái tiene sus efectos negativos en la salud de las personas y en los peces. “El diagnóstico de nosotros, el resultado, es consecuencia de la manera de cómo están trabajando”, sentenció.

De bandejas a molinos contaminantes

Pero estos datos al parecer no frenan las ansias de obtener más oro, a costa de la salud humana. Todo lo contrario, la búsqueda se vuelve cada vez más invasiva y hostil con el ambiente.

Lejos quedaron las primeras recolecciones usando apenas una batea, bandeja que -cual colador- sumergían al arroyo para pescar alguna que otra pepita. Hoy las técnicas más utilizadas emplean molinos, con sistemas que implican mayor impacto en los recursos naturales.

¿Cómo es esta extracción? Ya que el suelo en Paso Yobái es rico en oro, los mineros informales sacan tierra de sus patios, de un pozo o de una cantera y la transportan en bolsas o en camiones tumba. Estas cargas se molinan con mercurio, que a su vez se amalgama a las partículas del metal precioso. Luego, con otro proceso se separan ambos metales, dejando el oro concentrado. ¿Cuál es el precio de esta “hazaña”? Es que en la tierra molinada, en los relaves, se conservan sedimentos de mercurio y desde allí invaden los cauces hídricos.

Proceso previo a la extracción del oro con el mercurio.

La contaminación sigue presente y la lupa está sobre la minería informal. Los mineros informales agremiados, quienes se autodenominan “artesanales”, reconocen que hubo un mal manejo del mercurio, aunque alegan que sólo fue cuando iniciaron la actividad, en el 2002.

Con el paso de los años se han implementado nuevas maquinarias, entre ellas una que permite que el mercurio sea reutilizado y no sea liberado al aire como en algún momento ocurrió, sostuvo Rubén Aguilera, presidente de la Asociación de Mineros Artesanales y Afines de Paso Yobái, uno de los cinco gremios de mineros y el que más asociados aglutina. No obstante, entre el 40% al 60% del mercurio se pierde en el proceso, según las estimaciones del Mades.

Y Aguilera no solo es dirigente gremial, sino además es el actual gerente de Lampa SA, empresa que tiene la concesión para la explotación de oro y que ya ha logrado grandes volúmenes de extracciones, con más de 450 kilos del metal precioso obtenido en Paso Yobái, de acuerdo con los datos del Viceministerio de Minas y Energía, dependiente del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC). Hoy, mineros y Lampa trabajan de forma conjunta, pero esto no siempre fue así. En el pasado, numerosas movilizaciones ciudadanas que llegaron hasta violentos incidentes forzaron a la empresa a negociar con los informales.

Esta forma de trabajo conjunto contempla también un acuerdo de no agresión, que a veces no se respeta, al menos entre los mismos “artesanos”. Ya que en septiembre del año pasado, dos grupos de mineros informales se enfrentaron por el control de una pequeña, pero productiva cantera. Incluso se registraron disparos de armas, arrestos e intervención de la Policía, que no pasó a mayores. En realidad, los que se pelearon fueron los trabajadores, es decir, los que no son dueños de los molinos, ya que no cualquiera tiene los recursos en Paso Yobái para comprar las maquinarias necesarias para la extracción.

Rubén Aguilera, gerente de Lampa SA y presidente de la Asociación de Mineros Artesanales y Afines de Paso Yobái

La fiebre del oro hace que en el rubro, el impacto ambiental, la contaminación, las enfermedades, en fin, la exposición de la vida humana, pasen a segundo plano. En el sector al parecer priman sus intereses económicos y se ocupan de las diferencias internas entre grandes y pequeños mineros, empresarios y trabajadores.

Hay unos 100 empresarios dedicados al rubro, ellos son los dueños de los molinos, mientras que la mano de obra está compuesta por más de mil trabajadores, estimó uno de los pioneros de la minería en Paso Yobái, Raúl Acosta, un político del Partido Colorado que fue concejal departamental de Guairá.

Quizás por el lucro de las empresas y por la fuente de trabajo es que hasta hoy, numerosos referentes de este rubro sostienen que la contaminación de los arroyos es un supuesto “bulo” que solo busca perjudicar la actividad minera “artesanal” en beneficio de la multinacional Lampa. Acosta admitió que tiene, al igual que sus colegas, mercurio en el cuerpo, pero alegó que en cantidades “insignificantes”, según los estudios clínicos que se hicieron.

“Hace 20 años quemábamos (el amalgama de mercurio y oro) al aire libre y yo tengo 71 años ya y ni me chorrea la nariz. A mí nomás luego ya me hubiese dejado una secuela. Había escuchado algún cuento por ahí (…) ‘el hijo de fulano nació mal’ pero solo es cuento. No existe ningún registro oficial”, dijo, desconociendo los estudios de profesionales del Estado.

Y siguió justificando con el recurrente argumento de la mano de obra ocupada y los “grandes beneficios”. “Hay mucha fuente de trabajo. Camioneros, surtidor, gasoil. A muchos les beneficia el tema del oro, especialmente a la comunidad. (…) A los changueros, camiones tumberos, pala cargadora, etc. Es muy importante aquí en Paso Yobái el tema de la minería”, recalcó.

Para Acosta, Aguilera y los demás mineros, el potencial del oro aún no se dimensiona del todo, y que si este se aprovecha puede representar una explosión económica y de desarrollo en la comunidad, el departamento de Guairá y el país.

Raúl Acosta, uno de los mineros pioneros de Paso Yobái

Años de ausencia del Estado

Esta negación por parte de los voceros del sector no es extraña, considerando que los organismos estatales de Paraguay esperaron nueve años de explotación minera sin control para empezar a preocuparse -y ocuparse- de los peligros de la contaminación. Y solo fue porque en 2011, como parte de una investigación periodística del diario Última Hora y el canal Telefuturo de Paraguay, el Centro Multidisciplinario de Investigaciones Tecnológicas (Cemit) de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) detectó que el arroyo Gasory de Paso Yobái tenía 13,8 microgramos de mercurio por litro de agua (mg/l), un nivel casi seis veces más elevado que el valor máximo determinado como aceptable (2 mg/l) por el Mades. Para el estudio, se tomaron muestras de cinco arroyos y solo en uno se detectó mercurio.

Y así, recién después de la publicación en la prensa sobre los escandalosos números de contaminación, el Mades y el Viceministerio de Minas comenzaron a hacer estudios de agua y de sedimentos del lecho de los cauces hídricos. También se acercaron a los mineros  informales para tratar de evitar que se viertan los relaves a los arroyos y se empezó a hablar de la regulación en esta actividad, que recién hace cuatro años se empezó a aplicar.

La mirada de la sociedad comenzó a enfocarse en este rubro, que prometía oro y desarrollo pero que estaba dejando a su paso negativas secuelas. Fue así que en 2015, un estudio de la Universidad Católica de Villarrica también encontró mercurio en el arroyo Tapychái y en el río Tebicuarymí, aunque con niveles más bajos a los 2 mg/l en el agua. Lo mismo se halló en los sedimentos del lecho, pero prácticamente en rangos considerados normales. Estos resultados pudieron traer alivio a la comunidad y, quizás, más de uno pensó que los mineros por fin se adecuaron a los estándares exigidos por los organismos ambientales. Lamentablemente, la evidencia actual muestra que fue todo lo contrario.

El reciente estudio del Mades a cargo de la profesora Laura Flores, que se hizo a lo largo de cuatro meses y que no se centró en el agua, sino en los sedimentos de 11 arroyos y del río Tebicuarymí y en los relaves de los molinos, arrojó resultados más confiables que los estudios previos. Pero también más preocupantes, pues se confirmó que la polución sigue hasta el día de hoy. En total se tomaron 192 muestras multitemporales en los cauces hídricos y en todos los lechos se detectó mercurio.

Los más afectados son el Gasory, Silva Cue, Sanabria e Ycuá Porá, donde casi el 50% de las muestras fueron positivas. En los demás arroyos y el río fueron positivos la mayoría en un 31%. “Se puede asumir que los sedimentos de los arroyos de Paso Yobái podrían representar un riesgo para la salud de los ecosistemas, incluyendo al hombre”, concluye la investigación de Laura Flores.

En los arroyos Sanabria, Santa Clara y Lampa hay niveles por encima de 1,0 mg/kg. Para tener una idea de la situación, el Consejo Canadiense de Ministros de Medio Ambiente (CCME) considera peligroso a partir de 0,17 y su límite de exposición permisible es de 0,48, mientras que la norma holandesa está en los 0,3 y para la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) hay efectos probables sobre la vida acuática desde los 0,7.

En tanto que el estudio del 2013 de Alter Vida, con muestreos en distintos cauces hídricos de Paraguay, reportó que los niveles más altos de mercurio corresponden a los peces del río Tebicuarymí, cerca de Paso Yobái. El más elevado se encontró en la Tararira (Hoplias malabaricus), con 0,921 partes de mercurio por millón (ppm), 320% sobre el valor de referencia de la EPA, que es de 0,22 ppm. También estaban contaminadas y excediendo el valor otras especies como el bagre amarillo (Pimelodus maculatus) y el bagres anguilas (Heptapterus mandimbusu), los que son aprovechados comercialmente en la gastronomía paraguaya.

Un oro que brilla en el mercado negro

Piedra con pequeños fragmentos de oro, extraídos de una mina de Paso Yobái.

Estos peligros, sin embargo, parecen no atemorizar a la fiebre del oro, que tiene mucho marketing entre los voceros del sector pero poca ganancia real para la comunidad. Esta comenzó hace ya dos décadas, pero aún no destronó a Paso Yobái como el distrito más pobre del Departamento de Guairá, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Otro aspecto a resaltar es que el Estado paraguayo apenas recibió regalías durante todo este tiempo, de acuerdo a datos del Viceministerio de Minas y Energía (VMME), y todo indica que eso se debe a la informalidad minera y su conexión con el mercado negro de oro. Según la Ley N° 3180 de Minería, entre el 2,5% y 8% del oro declarado como extraído tiene que ir a las arcas públicas, norma que no se cumplió en gobiernos anteriores, señaló a su vez la directora de Recursos Minerales del VMME, Mónica Urbieta.

De hecho, el año pasado la citada subsecretaría gubernamental denunció ante la Fiscalía a la empresa CEMA SA por estafa al Estado y exacción, ya que exportó oro de Paso Yobái por valor de US$ 100 millones durante seis años, según reveló una auditoría del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC). Lo declarado por la empresa en cuestión en la aduana no tiene respaldo de trazabilidad. Se estima que fue extraído y comercializado ilegalmente por los mineros informales, indicó Urbieta aunque acotó que la responsabilidad debe ser establecida por la justicia.

Y es que durante más de 15 años los “artesanales” extrajeron oro de forma ilegal y hoy en día lo siguen haciendo, ya que no tienen autorización del Gobierno. Aún así, los mineros, desde la informalidad, han defendido su derecho a dedicarse al rubro y luchado para que se les reconozca. En cierta forma lo lograron. Según dijo Urbieta, a partir del 2018 arrancó finalmente un proceso de formalización de los mineros, aunque no todos se están sumando a este plan.

Recordemos que el Mades estima que la producción anual en la minería informal es de casi media tonelada de oro. No se pagó regalías por nada de esta producción durante más de 15 años, según datos del Viceministerio.

Se espera que la explotación ilegal y el contrabando vayan cayendo gracias al acuerdo alcanzado -a fuerza de manifestaciones- entre las principales asociaciones y Lampa, única empresa que tiene la autorización para la extracción de oro, concesión que es otorgada por ley del Congreso. La multinacional cedió y les permite a los mineros trabajar en una parte de su área concesionada y les compra a ellos el oro extraído. En otras palabras, es una tercerización que de alguna forma legítima la actividad minera “artesanal”, reconoció la directora.

El proceso implica que los mineros se registren como contribuyentes ante la Subsecretaría del Estado de Tributación (SET) y que el Mades les otorgue licencias ambientales, que en su mayoría siguen en proceso, indicó Ovidio Espínola. Además, Lampa y los mineros firman un contrato que debe ser refrendado por el VMME.

Entre 2018 y 2022, Lampa declaró la exportación de 456 kilos de oro, por un valor de US$ 20 millones y por el que el Estado sí recibió regalías, explicó Mónica Urbieta. Agregó que parte de ese oro fue extraído por los mineros ya formalizados.

Además, la directora de Recursos Minerales informó que está en elaboración un estudio sobre el otorgamiento de la concesión directamente a mineros agremiados, aunque aclaró que es un proceso largo y complicado, especialmente porque el Congreso debe autorizarla.

También se avanza en otro plan, el montaje de un molino aurífero comunitario para uso de estos pequeños mineros.

Contaminación, informalidad y tragedia

Como en el cuento del Rey Midas, también en Paso Yobái mucha gente quiere más y más oro. En la fábula, un hombre que lideraba un reino rico, quería ser aún más rico y en ese afán de amar el brillo y las riquezas, pidió a los dioses que todo lo que tocara, se convirtiera en oro. Su deseo se cumplió y aunque al principio fue feliz, luego se dio cuenta que ya no podía disfrutar de la vida, porque todo se convertía en el metal precioso, incluso su comida. Y vio que el oro no se podía comer. Pero lo peor vino después, cuando tocó a su hija y ella se convirtió en una estatua amarilla, una muerte que le mostró su gran avaricia.

En la historia universal, cuentan que por oro mucha gente ha matado…o muerto. En fábulas y en la vida real. El oro también trajo muerte a Paso Yobái. Una historia ocurrida hace ocho años conmocionó a toda la ciudad y al país. Más allá de la contaminación, la informalidad y el mercado negro, el descontrol en el rubro ha costado la vida de mineros.

En febrero de 2014 un ingeniero civil y tres obreros murieron ahogados en un pozo de 30 metros de profundidad de la compañía Tahýi de Paso Yobái. Lo cavaron en busca de oro y para desaguarlo usaban un motor eléctrico. Cuando este se descompuso, instalaron uno a gasolina, que finalmente llenó de humo el lugar.

Arena rica en partículas de oro.

El ingeniero César Daniel Acha Stanley, de 47 años y encargado de la mina informal, llegó a Paso Yobái desde Ciudad del Este (Alto Paraná), pensando que se volvería rico, pero en cambio, fue la primera víctima fatal. Se desvaneció y cayó al agua que se acumulaba en el fondo de aquel pozo inundado por monóxido de carbono. Sus empleados Osmar Robert Mendieta López (36), Eliodoro Silvero Benítez (22) y Manuel Silvero Sosa (18) intentaron rescatarlo, pero al bajar también se desmayaron y uno a uno fueron muriendo.

Una verdadera tragedia. Aquella búsqueda de oro se había desarrollado incumpliendo requisitos mínimos de seguridad, violando leyes laborales y sin autorización para la explotación minera. Y este escenario se repite en otras canteras y minas, incluso hasta hoy, lo que muestra que no se ha aprendido la lección.

En la fábula del Rey Midas, finalmente los dioses le devuelven a su hija, luego de que el rey reconociera su codicia. En la vida real, los mineros muertos ya no pueden volver. Pero aún hay tiempo de evitar que la búsqueda descontrolada del oro y la contaminación por mercurio le quiten la vida a más hijos de paraguayos.

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